ECONOMÍA
La economía bajo la llamada 4T: bajo crecimiento y la prueba de las remesas
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(Expansión) – Un argumento recurrente de la llamada cuarta transformación (4T), el movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador, es que implica un cambio en la manera de hacer las cosas. Ello aplica en todos los frentes de acuerdo con sus apologistas, pero nunca se define en qué consiste. Resulta conveniente ver en los hechos qué ha cambiado: en esta entrega de dos partes me concentro en la economía desde un enfoque del sector externo, que siempre he encontrado valioso.
Desde esta perspectiva, veremos que en lo económico, la 4T involucra una inconsistencia lógica que se refleja en bajo crecimiento, más que en un problema de balanza de pagos. Sí hay un cambio, pero involuntario y para mal: el riesgo no es de explosión sino de implosión.
Este riesgo es consistente con un hecho observado. México no está creciendo, incluso, en comparación con los modestos resultados del pasado reciente (un avance promedio del PIB de 2.2% entre 2000 y 2017), el desempeño en lo que va de este sexenio queda a deber. La tasa promedio para el periodo 2018-2021 es un desastroso -0.4%. Siendo justos, hay que tomar en cuenta que han ocurrido choques tremendos. La gran pregunta entre los economistas es si los malos resultados que vemos son coyunturales – producto de una serie de choques adversos – o involucran un retroceso estructural.
Lo que llamo la prueba de las remesas apunta lamentablemente a lo segundo. Esta transferencia de ingreso es un rasgo distintivo de nuestro proceso de integración regional, pero no es el resultado de una política de promoción ideada por algún burócrata en Washington D.C. o en la Ciudad de México. De hecho, es difícil pensar en alguna política pública con resultados tan notables: los 51,580 millones de dólares (mdd) registrados al cierre del 2021 prácticamente duplican los 26,993 mdd que el país recibe en 2017.
¿Qué tanto se explica por el crecimiento de la economía de Estados Unidos? Como proporción del PIB de aquel país, las remesas incrementan su participación del 0.14% en 2017 a un 0.21% el año pasado. En el comparativo con el PIB mexicano, dicha participación se incrementa de 2.3% en 2017 a 3.8%. En otras palabras, el crecimiento de las remesas supera por mucho la dinámica de las dos economías involucradas.
Vale la pena hacer un simple ejercicio mental. Si la economía mexicana hubiera crecido al ritmo al que crecieron las remesas, nuestro PIB tendría hoy un valor cercano a los 2.2 billones de dólares (en lugar de 1.4 billones de dólares) y seríamos la economía número ocho del planeta.
¿Es válido torturarnos con este tipo de cálculos? Creo que sí. Cuando lo pensamos bien, lo que quiere decir es que hay un número muy importante de familias en México cuyo ingreso por esta fuente está creciendo a una tasa muy acelerada. Más preocupante, aún en presencia de una inyección de ingreso adicional por el equivalente a 1.5 pp del PIB en lo que va del sexenio, el mercado interno permanece débil.
En otros términos, una fuente importante de integración económica entre México y Estados Unidos se ha robustecido notablemente y ofrece un fuerte impulso a nuestro país. Sin embargo, en el agregado, lo que ha prevalecido no es convergencia sino divergencia económica: desde el 2016 la tasa de crecimiento económico de los Estados Unidos ha sido invariablemente superior a la de México.
Por eso el problema no es en esta ocasión el tipo de cambio, sino una actividad productiva que acusa una debilidad estructural aun mayor que lo que las circunstancias sugieren. En mi siguiente nota ensayo una posible respuesta.
Nota del editor: Sergio Luna estudió Economía en la UNAM y la Universidad de Londres. Fue economista en el Banco Nacional de México durante 33 años y continúa en dicha profesión, ahora de manera independiente. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.